lunes, 23 de abril de 2012

¿Y si improvisamos?

¿Nunca tuvieron ganas de crear un cuento? ¿No tuvieron ganas de demostrarle a otros qué divertido sería el mundo si fuera como ustedes lo imaginan? Este cuento lo armé en clase de Literatura, cuando la profesora me pidió que fuera guía en un museo imaginario. Tuve que contar la historia de ese lugar, y me pareció divertido para compartir con ustedes. Siempre tengo problemas para poder crear una historia, pero me ayudó mucho tener que improvisarla en el camino. ¡Espero que les guste!

El duque Del Molino vivía en un castillo grande y gris, todo triste y silencioso. A su mujer, la duquesa Del Molino, le gustaba comprar muchos y elegantes vestidos. Pero tenía un problema: decía que era alérgica a todo tipo de telas. Su dama de compañía, que era muy inteligente le propuso hacer vestidos de botones, lo cual le encantó. Ella y su dama enseguida se pusieron a trabajar, y pasaron toda la tarde en el altillo cosiendo botones de todos tamaños y colores. 
Ya entrada la noche, a la hora de cenar, la duquesa Del Molino se vistió en sus aposentos y bajó al comedor. Todos los presentes quedaron con la boca abierta: la mujer estaba vestida con un largo y sencillo vestido azul con pintitas plateadas. A simple vista parecía de satén con voladitos, pero al acercarse, vieron que el vestido estaba compuesto por miles de botones azul marino, con minúsculos botones plateados entre ellos. El vestido estaba tan bien hecho que no se veían los hilos que los unían. Pasaron los días y la duquesa se volvía más y más vanidosa, y se pasaba el día modelando por el cuarto, los pasillos, el jardín y hasta los caminos. Después de un tiempo, el hilo se empezó a debilitar, y los botones se fueron cayendo. Las sirvientas debían recoger los botones que quedaban por doquier, y decidieron pegarlos en las grises y tristes paredes. 
Pronto el castillo era todo luz y color, salvo la duquesa, que estaba triste porque todos sus vestidos estaban incompletos. Tan mal se sentía que decidió dejar de fingir: nunca había sido alérgica a ninguna tela. Enseguida lo pensó se sintió mejor. Se compró 50 vestidos de seda, terciopelo, pana y algodón. También consiguió sombreros de todo tipo y un armario repleto de zapatos. Rápidamente la duquesa volvía a ser el centro de atención, porque era la mujer mejor vestida de la ciudad. El castillo Del Molino fue visitado por millares de personas queriendo ver el recinto más colorido de toda la región, y la dama de compañía fundó una empresa de botones, convirtiéndose en la mejor y más famosa de esa índole. 

No es tan difícil inventar historias divertidas. Lo difícil es que a otros les guste. Y a ti... ¿te gustó? ¿Por qué no escribís un minicuento y lo publicás en los comentarios?

11 comentarios:

  1. Muy interesante y divertida tu historia, continúa imaginando y creando. Cuanta riqueza hay en tí!!!

    Cariños

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    1. Muchas gracias!
      ¿Te animás a escribir un minicuento en los comentarios? Estaría bueno.

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  2. Maria, que emocionante historia! sinceramnete unas de las mejores que voy leyendo. Te felicito y segui asi!

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    1. Muchas gracias Lucía. ¿Tu te animarías a escribir un minicuento y ponerlo en comentarios? Sería divertido ver a qué llega cada uno... ¿no? :)

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  3. Me encantó este cuento!!! Qué imaginación María!! Te felicito!
    A la hora de la cena, cuando mis hijos no querían comer, les inventaba aventuras del "Calabacín asesino", cómo se iba comiendo a otros personajes alimenticios que rondaban por los platos. Se divertían escuchando y terminaban toda la comida rapidísimo!

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    1. Qué divertido!
      Te aseguro que si lo querés escribir, el cuento será bienvenido al blog.
      Besos

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  4. Un perro. Un caballo. Vivieron y murieron. El perro acompañó. El caballo corrió. El perro cuidó. El caballo pastó. El perro ladró. El caballo relinchó. El perro asustó. El caballo se asustó. El perro agradeció. El caballo huyó. El perro movió la cola. El caballo movió las orejas, desconfiado. Ser perro, ser caballo. El caballo fue elegante. El perro simpático. El caballo inspiró. El perro quizo.
    En un momento se miraron. Después el perro se fue. A echarse al pie del muro al solcito. El caballo trotó un poco. Una brisa, una ráfaga que peina el pasto. Y la tarde que pasa en el campo. Y el hombre piensa... ¿ser perro o caballo?

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    1. Esa pregunta me hace acordar a Shakespeare: "¿Ser o no ser?"

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    2. Jajaja :) te gusto? El tuyo esta muy lindo!

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